Cuento escrito por: R.H.
Reeves.
Una vez, los animales
decidieron hacer algo para afrontar los problemas del “nuevo mundo” de modo que
organizaron una escuela. Adoptaron un currículo de actividades consistente en
correr, trepar, nadar y volar. Para facilitar la administración, todos los
animales cursaban todas las materias.
El pato era excelente en natación,
mejor incluso que su instructor, y obtuvo muy buenas notas en vuelo, pero
pobres en carrera. Con el objetivo de mejorar en este aspecto tenia que
quedarse a practicar después de clase, e incluso abandono la natación. Esto duro
hasta que se le lastimaron sus patas de palmípedo y se convirtió en un nadador
mediano. Pero el promedio era aceptable en la escuela, de modo que nadie se preocupó,
salvo el pato.
El conejo empezó a la cabeza de
la clase de carrera; sin embargo, tuvo un colapso nervioso como consecuencia
del tiempo que debía dedicar a la practica de la natación.
La ardilla trepaba muy bien
hasta que comenzó a sentirse frustrada en la clase de vuelo, en la que el
maestro la hacia partir del suelo en lugar de permitirle bajar desde la copa
del árbol. También sufrió muchos calambres como consecuencia del excesivo
esfuerzo y le pusieron apenas un “suficiente” en trepar y un “insuficiente” en
correr.
El águila era una alumna problemática
y fue severamente castigada. En la clase de trepar llegaba a la cima del árbol antes
que todos los otros, pero insistía en hacerlo a su manera, volando.
Al final del año, una anguila
mediocre, que nadaba muy bien, también corría, trepaba y volaba un poco, tenía
el promedio más alto de la escuela y le correspondió pronunciar el discurso de despedida.
Los perros de la pradera
quedaron fuera de la escuela y cuestionaron por que la administración no
incluyo en el currículo las materias de cavar y construir madrigueras. Pusieron
a sus cachorros a aprender con el tejón, y mas tarde se unieron a marmotas y
topos para inaugurar una escuela privada de gran éxito.
Fin.
Si les brinda la misma
enseñanza a aprendices cuyas posibilidades de aprendizaje son desiguales, solo
es posible que se mantengan las diferencias entre ellos, o incluso que
aumenten.
Cada uno de nosotros tenemos
nuestra forma preferente de adquirir conocimientos. Por eso, el educador que
quiere poner a sus alumnos en buenas condiciones para aprender debe adaptar su pedagogía
a las preferencias de estos, para garantizar una mejora en su proceso de
adquisiciones del conocimiento.
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