La neurocientífica Anna Carballo cree que son los
pedagogos los que deben resolver los retos del sistema educativo y reducir la
tasa de abandono escolar
Por: Ana Torres Menárguez
Anna Carballo (Barcelona,
1982), doctora en Neurociencias por la Universidad Autónoma de Barcelona, no
habla de neuroeducación porque cree que es una disciplina que todavía no
existe. Lo defiende bien: los estudios neurocientíficos sobre el aprendizaje se
realizan en laboratorios, que nada tienen que ver con un aula en la que 30
alumnos aprenden conjuntamente de forma espontánea y natural. Cree que los
problemas de la educación no se pueden resolver con el conocimiento que se
tiene del cerebro y que son los pedagogos quienes deben replantear la
enseñanza.
Profesora del Máster en
Dificultades de Aprendizaje y Trastornos de Lenguaje de la Universitat Oberta
de Catalunya (UOC) y formadora e investigadora en neurociencias aplicadas al
ámbito educativo, Carballo considera que los fallos de la escuela no se pueden
reducir a la falta de motivación del alumnado. Critica un sistema que mide los
resultados y no el aprendizaje, unas ratios alumnos-profesor desorbitadas y una
falta de formación y capacitación de los profesores, ideas que plantea en su
próximo libro 10 ideas clave en neurociencia y educación (Graó).
Carballo, que moderó la semana
pasada el debate Aprendizaje: aula y neurociencia organizado por el think tank
Aspen Institute y la Fundación La Caixa, pide prudencia ante "el poder
seductor de la neurociencia", ya que no tiene una fórmula para diseñar la
escuela perfecta. Reconoce que el cerebro necesita emocionarse para aprender,
pero alerta a los docentes sobre el peligro de convertir las clases en un
"frenesí emocional constante". Los niños también tienen que aprender a
aburrirse.
Pregunta. En los últimos años
la neurociencia aplicada a la educación ha atraído a muchos docentes con ansias
de cambio. Se ha popularizado la idea de que los alumnos necesitan emocionarse
para aprender, pero igual los profesores no saben cómo llevarlo a la práctica.
Respuesta. El tema de la
emoción es lo que más se ha magnificado y popularizado dentro de la
neurociencia, la repetida frase de que solo se aprende aquello que se ama. Ese
principio puede confundir a los docentes, que pueden interpretar que sus
alumnos tienen que flipar todo el rato en el aula. Eso sería estresante,
insostenible. No podemos centrar nuestra práctica educativa en un frenesí
emocional constante. La idea clave es que las experiencias de aprendizaje se
acompañen de emociones positivas, conseguir que el alumno no las asocie al
fracaso, al no llego. Si no, a la larga no querrá seguir aprendiendo. El
cerebro tiende a querer repetir toda experiencia placentera. Además, es absurdo
intentar que a todos los niños les emocione lo mismo. La propuesta pedagógica
tiene que ser diversa. La uniformidad curricular es un fracaso.
P. Ahora está sobre la mesa el
debate de si deben ser los pedagogos o los neurocientíficos con sus
descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro quienes fijen las claves de
la nueva educación. ¿Cuál es su postura?
R. Veo un instrusismo bestial
de los neurocientíficos. La neurociencia puede ofrecer fundamentación teórica
acerca del proceso de aprendizaje, pero para nada se debe meter en el campo de
la didáctica porque no somos pedagogos, no podemos decir lo que hay que hacer
en el aula. Las ideas que se aportan desde el campo neurocientífico respaldan
teorías pedagógicas que existen desde hace más de 100 años, como sucede con el
trabajo por proyectos que parece una metodología tan innovadora y no lo es. Ya
está todo inventado. Puede ayudar a arrancar el cambio educativo, pero la
neurociencia no tiene la receta para los problemas de la educación.
El primer año el niño debería
estar en casa con sus padres porque es cuando se desarrolla el vínculo
emocional
P. ¿Cuál cree que es el
principal problema de la escuela y por qué cree que no se puede solucionar con
la neurodidáctica?
R. En los problemas educativos
influyen múltiples factores. Por un lado, tenemos un sistema que exige
resultados de rendimiento, no de aprendizaje; una carencia de recursos, unas
ratios que no ayudan. Lo que más he detectado en las formaciones que he dado a
maestros es que falta capacitación docente, ellos ven necesario el cambio, pero
no saben cómo hacerlo. Ven que abrir el libro y hacer exámenes ya no funciona
porque hay un 20% de fracaso escolar. No son los niños los que fallan, es
claramente el sistema. Los resultados de los estudios neurocientíficos sobre el
aprendizaje no son extrapolables a una clase. Tenemos información de lo que hace
un cerebro dentro de un tubo de resonancia magnética funcional cuando toma una
decisión. Pero toda la complejidad que conlleva un contexto de aprendizaje como
el aula se nos escapa.
P. ¿No ha participado en
ningún proyecto de investigación que mida la actividad de los alumnos en un
aula?
R. Ahora ya disponemos de
sistemas de registro encefalográfico a través de cascos inalámbricos. Es un
avance porque antes para registrar la actividad eléctrica cerebral lo tenías
que hacer enchufado a un monitor. De todos modos, aún es muy incipiente. Estoy
codirigiendo la tesis de una doctoranda que quiere registrar el funcionamiento
de la corteza cerebral cuando los niños aplican diferentes metodologías para el
aprendizaje de las matemáticas.
P. ¿Cuál es la principal
demanda de los profesores a los que ha formado?
R. La comunidad educativa
busca soluciones de forma desesperada y cuando aparece una moda se agarran a
ella como a un clavo ardiendo. No les culpo. Hay estudios sobre el poder
seductor de la neurociencia que demuestran que cuando una información va a
acompañada de una imagen de un cerebro o de la palabra neuro es más creíble,
más sexy. Hay que tener cuidado porque hay mucho neuromito. Por ejemplo,
algunos alumnos creen que al hacer sudokus entrenan su mente y serán más
inteligentes. Les digo que lo único que conseguirán será ser unos cracks en
sudokus, nada más. Algunos productos también conducen a equívocos; la
aplicación Brain Gym se plantea como gimnasia cerebral, como si el cerebro
fuese un músculo, es un órgano. También he oído a maestros decir que van a
preparar una clase para ejercitar el hemisferio derecho, considerado el más
creativo frente al izquierdo que sería el más lógico. Tenemos millones de
axones que conectan los dos hemisferios continuamente, cualquier trabajo
depende de los dos. Son visiones simplificadas del cerebro, concepciones
falsas.
Las
ideas de la neurociencia respaldan teorías pedagógicas que existen desde hace
más de 100 años
P. ¿Debemos preocuparnos
porque el cambio de hábitos nos está conduciendo a una menor capacidad para
retener datos de memoria?
R. La tecnología ha venido
para quedarse. No la podemos eliminar del contexto educativo. El cerebro se ha
adaptado a tener que retener menos datos porque cualquier cosa es googleable.
No es que se desaproveche la memoria, sino que se destina a otras funciones.
Hay que tener muy claro que la creatividad no nace de la nada, sino del
conocimiento, y ahí juega un papel elemental la memoria. Es el resultado de una
nueva asociación de ideas, siempre a partir de conocimientos que ya tienes.
P. Desde el punto de vista de
la neurociencia, ¿es el sistema educativo muy exigente con los adolescentes?
R. Los cerebros adolescentes
los hemos estudiado ahora, no los podemos comparar con los de hace 30 años.
Tienen un sustrato neural de las emociones mucho más reactivo que el de un
cerebro adulto. Son más impulsivos y buscan el placer más que nosotros. Sabemos
que, si la demanda no aparece, la maduración tampoco, por eso se está alargando
tanto la adolescencia. Los roles adultos
tipo tener un trabajo, una familia o un piso se están retrasando por el
contexto sociocultural, por la situación económica. Pero la demanda adulta
puede existir y aunque estés en casa de tus padres puedes ser 100% responsable
aportando dinero o colaborando. Si no, se puede dar el caso de llegar a los 40
y estar en casa de los padres jugando a la Play. Hay un estudio de neuroimagen
que analiza lo que hace el adolescente cuando tiene que tomar conductas de
riesgo. Mide las veces que se pasa el semáforo en ambar jugando a un
videojuego. Cuando está con sus amigos se disparan, pero cuando está con su
madre se reducen a la mitad. Ahí la madre está haciendo de corteza prefrontal.
Los adultos tenemos que ejercer ese control externo para que a la larga se
interiorice y el adolescente tenga autocontrol. La exigencia externa tiene que
existir. Hemos detectado familias que huyen del tema de los límites, quieren
que sus hijos sean libres. Una falta de límites comporta inseguridad emocional;
en el futuro no sabrá hasta dónde puede llegar.
P. La experiencia emocional es
determinante en la etapa de cero a tres años, mucho más que el material
Montessori más caro. ¿Cuál es tu opinión?
R. El vínculo de apego es
esencial, es la relación emocional que establece con sus cuidadores
principales. Le aporta una seguridad que le permite explorar el entorno y
relacionarse con los demás. No hay estudios neuroanatómicos de los niños que
han sido criados en casa y los que han acudido a escuelas infantiles. Desde el
punto de vista de la psicología del desarrollo, el primer año el niño debería
estar en casa con sus padres porque es el periodo en el que se desarrolla ese
vínculo. El problema de la guardería es que el niño no está solo y es difícil
atender 100% sus necesidades. Suelen ser 8 niños por adulto en la etapa de
lactantes. Si el niño se siente seguro, aprende.
P. ¿Cree que tiene sentido que
la escuela moderna incentive el trabajo cooperativo cuando lo que les espera en
la edad adulta es un mundo altamente competitivo?
R. La cuestión es si
reproducimos en la escuela la competitividad porque es lo que se van a
encontrar o si les enseñamos que se puede construir una sociedad más torelante
y cooperativa. Hay colegios que han hecho un cambio importante y solo trabajan
con cooperativo. Lo importante es que no se reduzca a una hora a la semana,
sino que sea habitual para que se genere un hábito. En contacto con los demás
segregamos ciertas hormonas como la oxitocina que potencian la plasticidad
cerebral, el aprendizaje y el sustrato neural del placer. En la escuela
tradicionalmente se ha prohibido hablar y más todavía ayudar al de al lado.
Igual hay que darle la vuelta.