Fuente de la imagen: Peter Arkle
Si entras a cualquier aula magna
universitaria, es probable que encuentres un mar de estudiantes que teclean en
computadoras portátiles abiertas y encendidas mientras el profesor habla. Sin
embargo, eso no pasa cuando yo estoy dando clases.
Aunque hago algunas excepciones,
en general prohíbo los dispositivos electrónicos, incluidas las computadoras
portátiles, en mis clases y en mis seminarios de investigación.
Esto podría parecer extremo.
Después de todo, con las computadoras portátiles los estudiantes pueden absorber de algunas maneras más de las
lecciones de lo que pueden hacerlo tan solo con papel y pluma. Pueden descargar
lecturas académicas, buscar conceptos desconocidos al instante y crear un
registro preciso y bien organizado del material de la clase. Todo eso es muy
bueno.
Sin embargo, un cúmulo creciente
de evidencia demuestra que los estudiantes universitarios, en general, aprenden
menos cuando utilizan computadoras o tabletas durante las clases. También
tienden a obtener peores calificaciones. La investigación es rotunda: las
computadoras portátiles distraen del aprendizaje, tanto a los usuarios como a
quienes los rodean. No es exagerado esperar que los dispositivos electrónicos
también afecten el aprendizaje en los salones de clases de las preparatorias o
que dañen la productividad en las juntas en todo tipo de lugares de trabajo.
Medir el efecto de las
computadoras portátiles en el aprendizaje es difícil. Un problema es que no
todos los estudiantes las utilizan de la misma manera. Puede ser que los
estudiantes dedicados —quienes tienden a obtener altas calificaciones— las
utilicen con más frecuencia en las clases. Puede ser que los estudiantes más
distraídos recurran a sus computadoras portátiles cuando se aburren. En
cualquier caso, una simple comparación de desempeño podría confundir el efecto
con las características de los estudiantes que eligen usarlas. Los
investigadores llaman a esto “el sesgo de la selección”.
Los investigadores pueden
resolver el problema al asignar de manera aleatoria a algunos estudiantes para
que usen computadoras portátiles. Con ese enfoque, los estudiantes que usan
computadoras portátiles son comparables en todas las demás maneras con los que
no las usan.
En una serie de experimentos en
Princeton y la Universidad de California de Los Ángeles, se asignó el uso de
computadoras portátiles o de papel y pluma a estudiantes de manera aleatoria
para que tomaran notas en una clase. Quienes habían usado computadoras
portátiles tuvieron un entendimiento sustancialmente peor, según las medidas de
una prueba estandarizada, que quienes no las habían usado.
Los investigadores propusieron
que, debido a que los estudiantes pueden teclear más rápido de lo que pueden
escribir, las palabras del profesor pasaron a los dedos de los estudiantes sin
pasar por sus cerebros para procesarlas como se debe. Los estudiantes que
escribían a mano tenían que procesar y condensar el material hablado
simplemente para permitir que sus plumas no se atrasaran en la clase. En
efecto, las notas de los usuarios de computadoras portátiles eran más parecidas
a transcripciones que a resúmenes de clase. Las versiones escritas a mano eran
más sucintas, pero incluían los temas destacados que se discutieron en la
clase.
Aun así, puede parecer demasiado
riguroso prohibir los aparatos electrónicos en el salón de clases. La mayoría
de los estudiantes universitarios son mayores de edad que pueden votar y tener
propiedades. ¿Por qué no decidirían ellos mismos si van a utilizar una
computadora portátil o no?
El argumento más fuerte en contra
de permitir esa elección es que el uso de una computadora portátil por parte de
un estudiante daña el aprendizaje de los estudiantes que lo rodean. En una
serie de experimentos de laboratorio, los investigadores de la Universidad de
York y la Universidad McMaster de Canadá pusieron a prueba el efecto de las
computadoras portátiles en los estudiantes que no las estaban usando. A algunos
estudiantes les pidieron que realizaran tareas pequeñas en sus laptops que no
estaban relacionadas con la clase, como buscar los horarios de las películas en
la cartelera. Como se esperaba, estos estudiantes retuvieron menos contenido de
la clase. Pero lo que de verdad es interesante es que el aprendizaje de los
estudiantes que estaban sentados cerca de los usuarios de computadoras
portátiles también se vio afectado de manera negativa.
El término económico para este
tipo de efecto secundario es “externalidad negativa”, que ocurre cuando el
consumo de una persona daña el bienestar de otras. La externalidad negativa
clásica es la contaminación: una fábrica que quema carbón o un auto que utiliza
gasolina puede dañar el ambiente y el aire de los que están alrededor. Una
computadora portátil a veces puede ser una forma de contaminación visual:
quienes están cerca ven la pantalla y su atención se dirige hacia sus
contenidos, que a menudo no solo son notas, sino Facebook, Twitter, correo
electrónico y noticias.
Estos experimentos tienen sus
límites. Puede que no capturen los efectos positivos de las computadoras
portátiles en los salones de clases reales a lo largo de un semestre, cuando
los estudiantes utilizan sus notas tecleadas para repasar y hay calificaciones
en riesgo. No obstante, se hizo también eso en otro estudio.
En la Academia Militar de Estados
Unidos, un equipo de profesores estudió el uso de computadoras portátiles en
una clase de introducción a la economía. El curso se enseñó a través de
secciones pequeñas, que los investigadores asignaron a una de tres condiciones:
aparatos electrónicos permitidos, aparatos electrónicos prohibidos y tabletas
permitidas, pero solo si estaban siempre sobre el escritorio, donde los
profesores pudieran monitorear su utilización. Para cuando terminó el semestre,
los estudiantes en los salones de clases con computadoras portátiles o tabletas
habían tenido un desempeño sustancialmente peor que quienes estaban en las
secciones donde los aparatos electrónicos estaban prohibidos.
Se podría cuestionar si la experiencia
de los cadetes militares que aprendían economía es relevante para los
estudiantes en otros contextos como, por ejemplo, los de una universidad
comunitaria que estudian a Shakespeare. Sin embargo, esperaríamos que los
efectos negativos de las computadoras portátiles fueran, si acaso, menores en
West Point —donde todos los cursos se enseñan en secciones pequeñas— de lo que
son en instituciones con muchas clases largas. Además, los cadetes tienen
incentivos muy fuertes para desempeñarse bien y evitar las distracciones,
puesto que su rango en la clase tiene un mayor impacto en su estatus de
empleados después de graduarse.
La mejor manera de encontrar una
respuesta a esta pregunta quizá sea estudiar el uso de las computadoras
portátiles en más universidades. Pero, hasta entonces, encuentro la evidencia
suficientemente concluyente como para tomar mi decisión: prohíbo los aparatos
electrónicos en mis clases.
Sí hago una gran excepción: los
estudiantes con discapacidades de aprendizaje pueden usar aparatos para
participar en la clase, lo que revela que cualquier estudiante que utilice
aparatos tiene una discapacidad de aprendizaje. Esto representa una pérdida de
privacidad para esos estudiantes, lo cual también ocurre cuando se les da más
tiempo para completar una prueba. Esos puntos negativos deben contrastarse
respecto de las pérdidas de aprendizaje de otros estudiantes cuando se usan
computadoras portátiles en clase.
Los estudiantes podrían objetar
que una prohibición del uso de computadoras portátiles evita que almacenen
notas en sus computadoras, pero los teléfonos inteligentes pueden tomar
fotografías de páginas escritas y convertirlas a un formato electrónico. Hay
algo incluso mejor: al concluir la clase, los estudiantes pueden leer sus
propias notas escritas a mano y pasarlas a la laptop, si así lo desean, lo cual
se trata de un proceso que mejora el aprendizaje.
La mejor evidencia disponible
ahora indica que los estudiantes deben evitar las computadoras portátiles
durante las clases y solo utilizar plumas. No es exagerado pensar que lo mismo
es cierto en los salones de clase de bachillerato y secundaria, así como en las
reuniones laborales.
Susan Dynarski es profesora de
Educación, Políticas Públicas y Economía en la Universidad de Michigan.
Para mayor información: https://www.nytimes.com/es/2017/11/28/laptop-escuela-trabajo-junta-clase-educacion/